Los priániki se conocen en la cocina eslava desde alrededor del siglo IX. En aquella época se llamaba “pan de miel” y se elaboraba a partir de una mezcla de harina de centeno, miel y zumo de bayas. Más tarde comenzaron a añadir especias como pimienta negra, menta, canela, clavo, anís y vainilla, que llegaban a los países eslavos desde India y Oriente Medio. Probablemente fue entonces cuando adquirió su nombre tradicional y es que priánik deriva de la palabra rusa пряный (priani), que significa literalmente “con pimienta” o “picante”.
Originalmente se consideraba un dulce de los días de fiesta porque todos los ingredientes principales –miel y especias– eran bastante caros y la gente sólo podía permitírselo en ocasiones especiales. Los priániki también eran un regalo popular: la gente los llevaba a todas las fiestas posibles, incluyendo bodas, santos, Navidad y más tarde lo empezó a usar como adorno navideño en los árboles festivos.
Algunos se refieren a los priániki rusos como una especie de pan de jengibre, pero eso no es del todo correcto: los priániki se hacen a menudo sin jengibre, y por lo general no hay ni una sola especia en la masa. El ingrediente más importante es la miel, si es de buena calidad añade tanto sabor que en realidad no hay necesidad de añadir ningún otro potenciador natural del sabor. Yo diría que el sabor del priániki depende enteramente de la miel: se puede usar de flor silvestre, de alforfón o cualquier otro tipo de miel, y cada vez se obtiene un tipo diferente. Mis favoritos son los que se hacen con miel de alforfón.
1. Colocar en un bol la miel, el azúcar, la mantequilla blanda y el agua. Mezclar los ingredientes y ponerlos al baño maría, revolviendo constantemente durante unos tres minutos hasta que la mezcla esté caliente y suave.
2. Se puede cocinar sin ponerlo al baño maría y preparar la masa directamente en una olla, pero prefiero el método del baño maría para asegurarme de no hervir la mezcla, de lo contrario la miel pierde su sabor.
3. Retirar del fuego y añadir las especias. Siempre uso una mezcla de nuez moscada molida, canela, clavo y cardamomo. Mezclar de nuevo, luego tamizar la mitad de la harina con el bicarbonato y la sal, y con una cuchara de madera mezclar hasta que esté suave. En este punto se debe obtener una consistencia líquida.
4. Dejar la masa enfriando a temperatura ambiente. Se volverá mucho más espesa y pastosa. Agregar un huevo y revolver hasta que esté suave. Usa una batidora si tienes problemas para amasar con una cuchara de madera.
5. Añadir el resto de la harina cucharada a cucharada. Cuando se hace difícil mezclar la masa con una cuchara de madera, hay que colocarla en una superficie de cocción generosamente espolvoreada con harina y continuar amasando con las manos.
6. La masa tiene que ser espesa: ligeramente pegajosa pero elástica y blanda, y también con sabor. Yo diría que la masa adecuada debería ser como masilla en cuanto a la consistencia. Trata de no sobrecargarla con harina para que los priániki estén blandos. Cubrir la masa con un envoltorio de plástico y dejarla en el frigorífico durante al menos una hora, mejor aún, durante la noche si se dispone de tiempo suficiente.
7. Dividir la masa en unos 10-12 trozos, hacer bolas o la forma que se desee. Colocar en un molde cubierto con una hoja de papel para horno. Presionar ligeramente las bolas de masa y hornear a 190-200°C durante unos 15 minutos.
8. Mientras tanto, hay que preparar el glaseado. Batir el azúcar en polvo con agua hasta que quede suave. Sacar los priániki del horno y cubrir con el glaseado mientras estén todavía calientes. Por cierto, mis priániki terminaron siendo bastante crujiente porque le agregué demasiado bicarbonato a la masa. Así que, cuanto menos se añada, más lisa será la superficie de los priániki.
9. Dejar que se enfríen por completo y observar cómo el glaseado se transforma en un patrón “helado”. Este es el glaseado de azúcar característico para los priániki. ¡Priyátnogo appetita!
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